“Una educación que cure la ceguera del conocimiento”. Morin afirma que todo conocimiento conlleva al riesgo del error y la ilusión y que la educación del futuro debe contar siempre con esa posibilidad. El conocimiento humano es frágil y está expuesto a errores de percepción, perturbaciones, influencias de la propia cultura, etc.
Entonces se podría pensar por ejemplo, que despojando de afecto todo conocimiento, eliminamos el riesgo de error. Es cierto que el odio, la amistad o el amor pueden enceguecernos, pero también es cierto que el desarrollo de la inteligencia es inseparable de la afectividad y ésta puede oscurecer el conocimiento pero a la vez, fortalecerlo.
Se podría también creer que el conocimiento científico garantiza la detección de errores y milita contra la ilusión perceptiva. Pero ninguna teoría científica es inmune al error.
La primera tarea de la educación según Morin, es enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento. La búsqueda de la verdad exige reflexibilidad, crítica y corrección de errores. Pero, además, necesitamos formar un cierto hábito de convivencia con nuestras ideas. El primer objetivo de la educación del futuro será dotar a los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del conocimiento y, al mismo tiempo, enseñarles a convivir con sus ideas, sin ser destruidos por ellas.
“Una educación que garantice el conocimiento pertinente”. Ante la inmensa cantidad de información que recibimos día a día, es necesario discernir cuáles son las informaciones clave. Ante el gran número de problemas es necesario diferenciar los que son problemas clave. Pero, ¿cómo seleccionar la información, los problemas y los significados pertinentes? Sin duda, desvelando el contexto, lo global, lo multidimencional y la interacción compleja.
Como consecuencia, la educación debe promover una “inteligencia general” apta para referirse al contexto, a lo global, a lo multidimensional y a la interacción compleja de los elementos. Esta inteligencia general se construye a partir de los conocimientos existentes y de la crítica de los mismos.
“Enseñar la identidad terrenal”. La historia humana comenzó con una dispersión de todos los humanos hacia regiones que permanecieron durante milenios aisladas, produciendo una enorme diversidad de lenguas, religiones y culturas. En los tiempos modernos se ha producido la revolución tecnológica que permite volver a relacionar estas culturas, volver a unir lo disperso. Es necesario introducir en la educación una noción mundial más poderosa que el desarrollo económico: el desarrollo intelectual, afectivo y moral a escala terrestre.